Editorial: El comienzo de clases en un callejón sin salida

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Gremios, gobiernos y padres en un conflicto más político que sanitario

Estos días se reavivó la discusión y el debate por el inicio del ciclo lectivo 2021 en Argentina, y las posiciones no parecen haber cambiado mucho, al igual que los reclamos de una sociedad que quiere que sus hijos no pierdan otro año escolar. Si bien durante 2020 una parte de la educación ha sido de manera virtual, la misma ha sido deficiente y poco la han aprovechado los niños que necesitan un seguimiento mucho más pormenorizado que los adultos que se encuentran en la universidad o en terciarios.

A diferencia de los niños, quienes estudian una carrera universitaria suelen tener mucha más autonomía de estudio, y no dependen de sus padres, al menos para funciones básicas como comer o estudiar, lo cual ha hecho que en ese nivel pudiera seguir cursándose con mayor regularidad, y de hecho hay muchos estudiantes que prefieren esa modalidad. Lo mismo no es aplicable a la escuela primaria y secundaria, y el debate entre gremios, gobiernos y padres está instalado, sobre todo, porque estos últimos están retomando sus tareas.

Y esto es parte del conflicto porque si los padres tienen que trabajar no hay quien se ocupe de los chicos, salvo los abuelos, que es la población que se quiere proteger, así que la discusión se torna como la del huevo o la gallina. Los chicos no vuelven a clases porque pueden enfermarse y contagiar a los adultos mayores que los cuidan, pero si los padres tienen que trabajar van a ser necesariamente esos adultos mayores quienes cuiden a los niños. Esto siempre en el plano del discurso porque si hay algo que prima son los sobre entendidos, y no hay estudios que avalen que está situación sea así.

Por el lado del gobierno nacional no quieren enfrentarse con los gremios docentes, por eso desde la oposición la chicana es que quienes definen la política educativa son los sindicatos y no la política. Ante la pasividad con que el ministro Trotta se toma las cosas, bien podría aceptarse esa argumentación. Por otro lado, en la CABA el conflicto entre gremios y gobierno local esta vigente, fogoneado por sectores de la izquierda y del kirchnerismo que quieren erosionar la imagen de Larreta como posible presidenciable. De las necesidades de los chicos ni se habla. Y aquí, en San Luis, se están estudiando distintos protocolos, pero todavía no hay una definición certera de cual será el camino educativo para este año.

El mayor obstáculo para que comiencen las clases en todo el país es la postura que mantienen hoy los sindicatos docentes, no los docentes en sí mismos, que en su mayoría prefieren volver a clases, porque la modalidad virtual le ha agregado complejidades como ocuparse de sus propios hijos y de las clases, o jornadas de trabajo extendido porque no se llegaba a cumplir las exigencias en el horario en el que habitualmente trabajan. Para muchos docentes, quienes en su mayoría son mujeres, esto ha sido un trastorno, sobre todo si sus parejas trabajaban afuera o si estaban a cargo de los hijos por ser separadas o estar a cargo de los niños. Todas estas cuestiones no pasaron por los gremios.

La única discusión que plantean, y que les vino como anillo al dedo, es el tema de la posibilidad de contagiarse como excusa de no volver a clases. Esa misma argumentación podrían hacerla los policías, las cajeras del supermercado, el comerciante, etc., pero claramente no hay país que pueda sostenerse sin las actividades esenciales que se hacen día a día. Por eso se ha propuesto declarar la actividad docente como esencial, algo a lo que los gremios se oponen fuertemente.

El conflicto docente pareciera entonces tener más tintes políticos que sanitarios. Está claro que vivimos expuestos a posibles enfermedades desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, sea en casa o fuera de ella, pero no por eso nos encerramos en una burbuja. Esto no quiere decir que no se deban extremar los cuidados, sino aceptar en el vivir hay riesgos y tomar las precauciones necesarias. Pero los gremios docentes han encontrado en la pandemia una excusa excelente para la politización y golpear así a los gobiernos.

Gran parte de los sindicatos de la educación son de izquierda marxista o trotkista, sacando alguno que es peronista, con una fuerte tendencia a la ideologización, lo cual los lleva a entender el campo educativo como un lugar de disputa en donde erosionar el poder simbólico del capitalismo opresor de las pobres criaturas indefensas que son los niños, a los que el sistema quiere convertir en trabajadores disciplinados. Esta cantinela ya la hemos oído mucho, pero hoy el problema es práctico, los pibes necesitan educarse, aprender a leer, sumar, aprender de geografía, de ciencias, etc.

Seguir consintiendo semejante tontería y atropello a nuestros chicos es intolerable en una sociedad democrática, sobre todo porque el grueso de los docentes no necesariamente adscribe a esta postura destructiva del estado, pero también de la educación de nuestros hijos. El problema está en que el gobierno mira para otro lado, y los padres, cansados, empezaron a enfrentarse con el discurso de los sindicalistas, proponiendo que si no hay clases se organicen grupos de padres para enseñar en las escuelas.

Este nivel de conflicto es insostenible, pareciera que el gobierno nacional, en lugar de intervenir para marcar directrices estuviera apelando a que el conflicto se desarrolle, y desde ahí utilizar la presión para el lado que más le convenga. El hacerse el desentendido en política es pretender que el conflicto se resuelva por sí mismo, apelando al cansancio o el desgaste de una de las partes, lo cual es irresponsable, porque es un gobierno al que se votó para que tome decisiones, y no que siga poniendo excusas. La artimaña más usada por la política hoy es que las escuelas no están acondicionadas, pero ¿Qué hicieron durante el año que estuvieron cerradas? ¿no pudieron prever que está situación se alargaría en el tiempo? La respuesta a estas preguntas, van a ser determinantes, porque dan cuenta de un relato que no se condice con la realidad. Un gobierno nacional que dice cuidarnos, pero no es capaz de anticiparse ni planificar nada, frente a una sociedad cansada del verso, y que espera respuesta, no es una buena combinación, sobre todo en un año electoral. Hoy la gente está mirando con mucha atención las definiciones de la política en temas importantes, y la forma en que se encaren esos temas va a ser definitoria en octubre. Ya no alcanza con la ideología o los relatos, lo que busca la sociedad son soluciones, y si los gobernantes no están a la altura de las circunstancias se van a llevar una buena sorpresa en las urnas.

Redacción

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