Editorial. Las contradicciones de Fernández

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Inflación, autoritarismo y atropello institucional de un presidente tribunero y sin rumbo

¿Por dónde empezar? A estas alturas, y a poco más de un año de su asunción como presidente, los desaciertos, las contradicciones y una escasa cintura política han marcado las decisiones presidenciales en un contexto cada vez mayor de descontento social. Uno podría hacer historia, porque ya es historia en tan poco tiempo, y traer a colación Vicentín, el impuesto a la riqueza, los sucesivos impuestos al dólar o el exitismo con la vacuna para el covid que terminó en una épica “del flete” para salvar la poca credibilidad que aún le queda.

Aunque extraño, en tan poco tiempo, todas esas cosas son ya lejanas, en un gobierno que está tan envejecido como si fuera el final de su segundo mandato. Cada vez tiene menos margen de maniobra, pero sigue sin mostrar un rumbo claro, y lo peor, es que busca enemigos innecesariamente para tapar sus propios errores.

Vayamos viendo algunas de las cuestiones. Estas últimos dos semanas asistimos a un discurso presidencial de barricada contra los productores rurales a quiénes amenazó con aplicar una mayor carga impositiva o establecer cupos de exportación con la excusa de cuidar la mesa de los argentinos. Pareciera que al presidente nadie le dice como es la estructura de costos del campo, ni quienes son los que se benefician de la exportación. No, es más fácil el discurso tribunero para la militancia.

A la par, autoriza una quinta suba de combustible en lo que va del año, con la consecuente suba de precios que se viene está semana debido al encarecimiento de los costes de distribución. ¿Cuál es la respuesta de Alberto? Piqueteros y sindicalistas en las calles apretando a supermercadistas. No hay un ápice de autocrítica en cuanto a las propias decisiones, por eso siempre se termina en el relato. Es necesario mantener a la tropa tranquila y peleando una “guerra” que no existe, antes que tenerla descontenta y mirando para adentro.

La justicia es otro de los puntales en los que el presidente, junto a la coalición gobernante, parece tener más contradicciones y entre dichos que realidades. Alberto, se ve acosado por el kirchnerismo duro para que habilite las herramientas institucionales que le permitan liberara personajes como Boudou, De Vido o Milagro Salá, y de paso, sentar precedente para cuando le toque a Cristina.

Pero él mismo pareciera tomar partido de está situación y sale a mandar un mensaje a la corte diciendo que le entristecía que fuera autónoma. Si no fuera porque lo dice un presidente, que además es abogado, sería casi un chiste de salón. Pero no, sale con los tapones de punta, mientras se lava las manos con el indulto y la amnistía y le pasa la pelota a Massa.

Tribunea, pega en los medios, pero pasa el juego y la responsabilidad a otro. Y lo que vemos luego, es una infinidad de militantes del Instituto Patria, saliendo a pegarle a Alberto y a Massa. Desde Dady Brieva a Hebe de Bonafini, pasando por los detenidos, todos apuntan a Alberto, y siguen esgrimiendo la teoría del “lawfare” internacional cuando son ellos y sus amigos los que gobiernan. Así, todo vale para consumar el atropello de llevarse puesta a la justicia, por eso se pregona la reforma, primero se marca el problema y luego el camino, y en el medio están nuestras instituciones por el suelo.

Es más que interesante ver como el relato de una épica construida sobre la idea de salvar la nación se antepone ante los hechos de corrupción más desvergonzados. Hay que reconocer que han sido muy hábiles en manipular la historia. Tan es así, que hasta gran parte de sus representantes públicos como actores o referentes de los derechos humanos han salido a decir que a ellos no les constaba que hubieran robado, y no obstante, los votarían igual por el bien de la nación.

La pregunta es: ¿Cuál es ese bien para la Nación? Un gobierno cuya política económica se basa en generar inflación y pobreza, poniendo grandes titulares como el acuerdo de precios que termina en la venta de carne con grasa en los supermercados; alquileres por las nubes, perdidas de empleo y salarios licuados. Está claro que cualquier otro gobierno no hubiera resistido estos ajustes, y Alberto no resiste por si mismo, sino por una coalición que trabaja desde una inversión ideológica para generar enemigos a quien culpar por los fracasos del presente.

Créditos: radio caput

El progresismo ha logrado instalar una idea: la derecha es mala, la izquierda es buena. Entonces tomando posición es fácil, la mera enunciación como de izquierda los transforma en defensores de los necesitados, y todo lo que sale mal es culpa de la avaricia y voracidad de una derecha que quiere pisotearnos.

Pero las cosas no son tan así. Y el relato se va convirtiendo en una frazada corta. Ideas como izquierda y derecha van perdiendo hoy cada día más sus significantes intrínsecos en un mundo que ya ha dejado atrás esos paradigmas y se vuelca a otro tipo de reflexiones. Pero todavía, hay que decirlo, sirve como un pelotero para entretener a los más activos, aunque esto no es potestad del kirchnerismo únicamente

Lo cierto, es que el “Aumento” Fernández, como ya le dicen en las redes, navega hoy entre tintes autoritarios y la construcción de un discurso de guerra que cada día contenta menos a la ciudadanía y a sus propios seguidores. La inflación está haciendo mella en la ideología, sencillamente porque golpea en el riñón de la realidad individual de millones de compatriotas: su propio bolsillo. Se podrá seguir un tiempito más con esta farsa de gobierno popular, pero la realidad decanta por sí sola, y es difícil tapar el sol con la mano.

Redacción

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