Historia del Jazz I

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La prehistoria: La africanización de la música occidental

Por Trinidad López

El jazz, un género de culto tanto en Argentina como en el mundo, ha tenido un largo recorrido y transformaciones a lo largo de su historia, pero sus orígenes, fusiones y los distintos aportes recibidos, son parte de un misterioso y oscuro nacimiento. Mixtura de culturas musicales y étnicas variada, esta música se encuentra emparentada al blues, al rigtime, al latín, y otros tantos estilos que han ido apareciendo desde el siglo XIX y que han transformado la música de nuestro tiempo.

En esta primera parte, ya que la temática es tan vasta que no cabría en un artículo, iremos recorriendo sus orígenes, allá por finales del siglo XIX, en un lugar particular: el sur de los EE.UU. Ese sur de la post guerra de secesión que dejó huellas indelebles en la historia y la cultura norteamericanas, y que ha llegado, en retazos, hasta nuestros días.

Ted Gioia, un incansable buceador en la historia de este género, escribe en el inicio de su historia del jazz: “Un anciano negro está sentado a horcajadas sobre un gran tambor cilíndrico. Empleando los dedos y el borde de la mano golpea repetidamente el extremo del tambor, que tiene unos treinta centímetros de diámetro y está hecho probablemente con una piel de animal: produce una palpitante pulsación mediante golpes rápidos y secos. Otro percusionista, con su instrumento entre las rodillas, se le une con idéntico staccato. Un tercer hombre de color, sentado en el suelo, puntea un instrumento de cuerda, a cuyo cuerpo se ha dado forma toscamente a partir de una calabaza. Otra calabaza se ha convertido en un tambor improvisado, y una mujer lo golpea con dos palillos cortos. Una voz canta, y enseguida se le unen otras. Este toma y daca musical es acompañado de una danza aparentemente contradictoria, un jeroglífico móvil que por un lado parece informal y espontáneo mientras que en un examen más atento revela un carácter ritual y preciso. Es un baile de enormes proporciones”, una imagen que alguien podría asociar con el África, pero no, es esa Nueva Orléans del siglo XIX, una ciudad cosmopolita, con un pasado pujante, que lentamente iba quedando atrás a medida que el estado nación avanzaba, y el centro de influencia económico miraba hacia el norte de los Estados Unidos.

Estas escenas, como la que describe Gioia, eran típicas de las danzas de esclavos antes de la abolición de la esclavitud, pero siguieron perdurando y ocupando el espacio público, derramándose desde la Congo Square (plaza Congo, actual Louis Armstrong Park), lugar donde se reunían las personas de color, al resto de plazas, bares, mercados y fiestas de las ciudades del sur americano.

Estás danzas, inicialmente de esclavos, fueron recogidas por numerosos testigos blancos de la época, y es el reflejo de una transformación que se va operando en relación a la introducción de la música africana en el nuevo mundo, incorporando matices y experiencias de distintos pueblos africanos que se encontraron, en américa, a partir de la experiencia común de la esclavitud.

Este tipo de danzas, conocidas como “Ring shout” fue documentada por diversos antropólogos que estudiaron las culturas africanas a finales del siglo XIX y principios del XX. Poco a poco, estos estilos fueron incorporándose a la nueva sociedad, con sus características propias, perdiendo gradualmente su carácter ritual, pasando al ámbito del entretenimiento o la festividad popular.

Estas imágenes de Congo Square permanecieron e influenciaron a los primeros músicos de jazz, aunque muchos de ellos ni siquiera participaron de las mismas, porque para el momento del advenimiento de este género, las danzas populares ya eran sólo un recuerdo. el

renombrado clarinetista y saxofonista de Nueva Orleans Sidney Bechet en su autobiografía, Treat it Gentle escribió: “Cuando los esclavos se reunían los domingos, sus días libres, él (su abuelo) tocaba los tambores en la plaza Congo Square […] Él era un músico: nadie tenía que explicarle ni las notas, ni el sentimiento ni el ritmo. Todo eso ya estaba en él: de eso estaba seguro”.

El Jazz es hijo del sincretismo entre esa música y danzas africanas, y la posterior experiencia musical de los hijos y nietos de esos esclavos ya libertos. Una mixtura entre el mundo de la música europea, con sus reglas, notación y armonías, y música negra, con sus contrapuntos y espontaneidad. Así, surgida de la mezcla de distintas culturas europeas y africanas, el jazz comenzó a recorrer su propio camino, y su versatilidad lo hizo encontrarse incluso con la música latinoamericana como el mambo, la cumbia, el calipso o la salsa.

Esta capacidad africana de transformar la tradición compositiva europea y asimilar al mismo tiempo algunos de sus elementos es quizá la fuerza más notable y poderosa de la historia musical moderna. Son incontables los géneros musicales en los que hallamos las huellas de su influencia. Por citar sólo algunos, el gospel, el soul, el rap, las canciones de los minstrels, los musicales de Broadway, el ragtime, el jazz, el blues, el rhythm and blues, el rock, la samba, el reggae, la salsa, la cumbia, el calipso e incluso algunas músicas operísticas y sinfónicas contemporáneas.

En resumen, para concluir con esta primera mirada sobre la prehistoria del Jazz, sus inicios están vinculados a la utilización de instrumentos poco convencionales para hacer música, y se encontraron con tradiciones estilísticas tan diferentes que, su sincretismo, produjo una cantidad innumerable de géneros que fuero perfilando al jazz como género musical, pero también como una cultura, con sus propios encuentros y desencuentros. Esta primera nota es apenas el inicio, escueto, de un largo recorrido que ya tiene más de un siglo. Quedan todavía muchas historias por contar, y muchos músicos por conocer.

Redacción

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