Alberto Fernández: entre el kirchnerismo duro y la reforma de la justicia
En un año electoral el presidente jugó fuerte e impulsa la agenda del Cristinismo

El discurso de Alberto ante la asamblea legislativa dejó mucha tela para cortar en casi todos los temas que recorrió, pero hay dos que, particularmente, todos los analistas están mirando con mucha atención: el anclaje presidencial en la agenda del kirchnerismo duro y la reforma de la justicia.
Hace unos días, decíamos que Alberto tenía dos caminos, hablarle a la sociedad sobre los problemas que hoy son acuciantes o hablarle a la militancia y cerrarse aún más en un momento en que necesita salir para adelante con mayores consensos. Eligió lo segundo, y ya empieza a notarse un reacomodamiento no sólo discursivo sino también político en el arco opositor.
Los análisis van pregonando desde la muerte del “albertismo” hasta la “kirchnerización” del presidente, pero lo cierto es que siempre fue un presidente con el cargo prestado y las verdaderas decisiones se tomaban en el Instituto Patria, lo del lunes no fue ni más ni menos que hacer público cuál es el eje del poder en Argentina, algo que más o menos ya se tenía claro. Alberto dejó de ser la figura presidencial fuerte que siempre tuvo el sistema político para convertirse tan sólo en un mandante y la oposición lo percibió rápidamente dado que salió a abroquelarse para aguantar la parada en un año legislativo que será intenso, no tanto por las leyes que salgan del Congreso, sino por las disputas y acuerdos que puedan generarse.

Por otro lado, la agenda es clara: reformar la justicia a cómo de lugar. De hecho, varias figuras del kirchnerismo duro salieron ayer a enviar mensajes a los jueces y a la Corte Suprema. Saben que hoy los números no le dan en la cámara de diputados para avanzar con la reforma que pretende Cristina, pero eso no quita que se barajen otras opciones como la creación de una comisión bicameral con poderes extraordinarios para investigar, hacer comparecer y precipitar la salida de jueces o la creación de un tribunal federal de garantías que le restaría atribuciones a la Corte.
Todas las iniciativas hoy cuentan con el rechazo generalizado de JxC e incluso pone en un brete a la misma coalición gobernante. No obstante, la agenda del cristinismo permeó fuertemente el discurso del presidente sobre la justicia, pero para eso necesita un resultado electoral contundente que le asegure el control de ambas cámaras, algo que al día de hoy es más bien una quimera.
Por ahora todo son especulaciones y conjeturas, pero hay dos certezas claras: el Alberto Fernández que veremos para adelante es el de los últimos meses, un Alberto que ya no va a seguir la moderación para “conquistar” a otros sectores, sino uno más duro, alineado con las necesidades internas del Frente de Todos. La segunda certeza, es que la batalla por la justicia no va a ser sólo una lucha palaciega, ni va a depender exclusivamente de lo que suceda en octubre, sino que dependerá en gran medida de la dinámica que adquiera el conflicto en las calles y si termina siendo el detonante para que una clase media dormida y apática vuelva a la movilización como el año pasado.