Un gobierno entre la realidad y la ficción

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Caminos divergentes de un relato que devora todo

Por Heráclito Gómez

Resulta cuando menos dificultoso realizar un ejercicio de información cuando, al descubrir las informaciones políticas, que tienen como eje al gobierno, contenidas en cualquier medio, nos dejan la sensación de enfrentarnos a un mundo en dónde la ficción y la realidad parecieran superponerse en una especie de “realismo mágico” que todo lo permea, y no sólo lo hace inverosímil, sino también bizarro.

Casi no hay tema, en el que uno se adentre, y que tenga como protagonista al Cristina, Alberto, o cualquiera de los funcionarios nacionales, sin quedarse con ese sabor de no saber si está mirando una película de terror o una comedia. Un buen ejemplo, y sólo por tomar uno es lo que aconteció está semana con la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional.

La historia sería algo así: el presidente manda a su ministro de economía a negociar mejores condiciones de pago para el país, y en medio de la negociación, la vicepresidente dice que el país no puede pagar porque no tiene la plata. A continuación, y casi como un acto paródico, el mismo presidente se suma a los dichos de la vicepresidente y dice que tiene razón, que no podemos pagar.

Uno se queda como esos emojis con los ojos abiertos, incrédulo, tratando de comprender si es un problema psicológico, político, de comunicación, o si se trata solamente de un mal sueño. Lo cierto, es que la política argentina se ha vuelto tan errática que parece un mal cuento de ciencia ficción. Y digo mal cuento, porque ni siquiera se puede avizorar un final.

El gobierno parece transitar entre dos caminos, uno que se corresponde con los problemas cotidianos de los ciudadanos, y otro, que es el que se presenta en el libreto mediático todos los días. Ese libreto, o relato, nos presenta que el problema del país es el lawfare, las empresas que producen, la especulación, y la oposición. Por eso el presidente, dijo sin tapujos, y con una falta de realidad total, que hasta el FMI entiende esto, y que las causas de la inflación no son la emisión monetaria, sino que son otros problemas, tal como proponen ellos.

Pero más allá de esto, el problema es que la inflación la sufren todos, sobre todo aquellos que menos tienen, sin importar si el FMI le da la razón o no a Alberto. Ese tipo de declaraciones es como decir: “Ven, yo tengo razón”, pero no hago nada por resolverlo. Y ese es el quid de la cuestión. Un gobierno atrapado en relatos ideológicos que se encuentra paralizado en decisiones claves que afectan a todos, pero que construye libretos para los propios.

Nos hemos convertido en una especie de sociedad distópica donde todo puede pasar, y cada cosa que sucede es más bizarra que la anterior, por eso paraliza. Una sociedad, que, si bien vive de la indignación del twitter, no puede traspasar eso a una acción política colectiva que exprese el descontento que hoy se vive. Mientras tanto, los escribas de las historias del mundo de la pos verdad siguen armando las ficciones a su medida, total, la realidad pareciera ser, en esta era, algo construido y maleable, que se acepta sin más.

Esa ficción tiene un límite, el construccionismo no es omnipotente ni total, y debajo de esa ingeniería social del constructivismo existe una realidad per se que todavía no emerge como potencia, y que tiene la responsabilidad de hacerse presente en carne y alma para presentar batalla a la ficción, o sencillamente terminará devorada por la propia trama de la historia que hoy se teje desde los sótanos de la ideología.

Redacción

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