Vaca muerta: el conflicto de un sindicalismo destructivo y extorsionador

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Mas de 40 días de huelga de trabajadores de salud pública que amenazan 5.000 puestos de trabajo en el sector petrolero

Por Heráclito Gómez

La extorsión como forma de dirimir reclamos salariales o sociales ya lleva unos cuántos años de presencia en el país. Sindicalistas y CEOs de movimientos sociales no dudan en atacar empresas, muchas veces ajenas el sector como en este caso, con tal de conseguir sus objetivos, que siempre terminan siendo más políticos que gremiales.

En Neuquén, un conflicto salarial derivó en cortes de ruta, más de 20, que hoy afectan la producción de gas y petróleo de la cuenca neuquina, y que amenazan en convertirse en un problema para el abastecimiento de energía que necesita el país en los meses venideros. Y no es mi intención discutir la legalidad del reclamo, que seguramente debe ser muy justo, sino la forma en que nos toman a todos de rehén, (con un gobierno nacional incapaz de intervenir para solucionarlo) para conseguir “conquistas” a cuenta y cargo de los ciudadanos.

Casi lo mismo que sucede con los piquetes que pueblan la Ciudad de Buenos Aires, con pandemia o sin ella. Mientras a muchos se los condena a quedarse sin empleos o a cerrar sus negocios, las organizaciones piqueteras y sindicales hacen y deshacen a su antojo. Pero el gobierno, sólo criminaliza a quienes no quieren estar encerrados por ser “chetos”, “oligarcas”, y tantos otros motes. Pareciera que la pandemia, y el virus, sólo se aplica dependiendo el color político de los manifestantes.

La práctica de la extorsión sindical, como la sufrida por Mercado Libre y otras tantas empresas, está sumiendo al país en un desastre económico. Cada día son más los inversores que prefieren irse y abandonar sus inversiones en el país, antes de continuar apostando a una nación que se empeña en destruir toda propuesta de crecimiento económico privado. Al mismo tiempo, la pobreza y la indigencia siguen subiendo, por lo que muchos ya empiezan a preguntarse cual es la posibilidad de futuro que nos está ofreciendo este kirchnerismo en su versión 2.0.

En el caso de Neuquén, una rama industrial pujante, como la petrolera, está en jaque por unos piqueteros que nada pintan en la cuestión. No obstante, al gobierno no pareciera importarle que, gracias a esta situación, vamos a tener que importar gas por u$s200 millones para este invierno, y ese sobre costo, ya sabemos quién lo paga.

El país no pareciera tener un norte estratégico hacia el cual se encamine, más bien, pareciera que las medidas que se toman son cortoplacistas y orientadas hacia el relato. Argentina necesita con urgencia una visión de futuro que, desde lo económico recupere una visión de país, y de posibilidades de crecimiento para cada uno de sus habitantes. Hoy, pandemia de por medio, la regla es la incertidumbre, en una población que vuelve a pensar que el mejor camino es la emigración de un país que no da señales de crear un futuro claro.

El colapso sanitario, junto al financiero, económico y social, están creando un presente que ya es distópico, y cuyo desenlace ni las mentes más lúcidas y atrevidas se animan a vaticinar. Argentina está en terapia intensiva, no hay respiradores ni médicos que puedan asistirla, y se ha metido en este baile sola. Dependerá de nuestra reacción como sociedad que esto cambie. El futuro no está en Ezeiza, sino en nosotros y nuestras responsabilidades ineludibles de crearnos un futuro mejor.

Redacción

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