Aprender con mi cuerpo: entrevista a Mariana de Haro
Un problema de salud la llevó a formarse para entender que ocurría en su cuerpo. Para Mariana, el mayor riesgo a la salud es la normalización de los malestares.
Mariana de Haro llegó a la Villa de Merlo hace 18 años, y hoy es una respetada kinesióloga del norte puntano. Hace años trabaja en la escuela especial C.E.E Mirlo, aunque sus lazos con la discapacidad y la infancia se remontan a sus inicios como profesional.
Nacida en Junín, cursó sus estudios en la Universidad Nacional de Buenos Aires. 30 años después de recibirse, resalta el valor y la excelencia de la casa de estudios que la formó, y se considera una agradecida a la educación pública.
Quien escribe estas líneas la conoce como una fanática del estudio: Mariana vive entre posgrados, cursos y talleres. Para ella el trabajo en equipo, la revisión de las prácticas y la capacitación constante son fundamentales para mejorar la calidad de vida de sus pacientes.
Los ámbitos laborales donde transcurrió su trayectoria como kinesióloga le enseñaron que siempre hay algo para mejorar. Ahí donde nadie ve una posibilidad, ella ve trabajo por delante.
Tuvimos la oportunidad de conversar con ella. La entrevista se reproduce a continuación:
–¿Hace cuanto ejerces tu profesión?
-Hace 30 años: el 21 de diciembre de 1990 me recibí como kinesióloga.
–¿Se hablaba de piso pélvico en esa época?
-No. En esa época no recuerdo que hubiera un área tan específica de abordaje. En el año 90 el piso pélvico no entraba como área temática en la facultad si quiera. Siempre fui una estudiante fanática: estudiaba más de lo que hacía falta. La cursada de anatomía me encantó, y no recuerdo que hayamos trabajado en esa zona del piso pelviano. Aunque si lo conocíamos, no tenía ni la entidad ni la importancia que se le da desde hace algunas décadas.
–¿Qué recordás de tu primera experiencia profesional?
-Hubo un par de cosas que me marcaron. La primera, y fundamental, creo que es la que me posicionó en relación a como pensar a ese otro que está delante mío: el paciente.
Fue un episodio ocurrido en un hospital público, en la periferia de Buenos Aires, muy humilde. Recuerdo que estábamos en la sala con un profesor y colega a quien admiro mucho. En ese momento nos reunió a todos y nos consultó cuales eran las 3 primeras cosas que hay que hacer con un paciente.
Me acuerdo que estábamos a un costado de la sala, donde había varios pacientes internados, cuando nos preguntó: ¿Qué es lo primero que harían?
Todos empezamos a proponer ideas más de manual, tales como «Leer la historia clínica». El nos escuchó un rato y nos dijo que lo primero que había que hacer con un paciente era conocer su nombre, para nombrarlo adecuadamente.
Lo segundo a hacer era vestirlo, para devolverle su privacidad y su dignidad. El profesor incluso nos mostró como hacerles una ropa con las mismas sábanas, porque es muy frecuente que dejen desnudos a los pacientes. El nos enseñó que nunca se rehabilita a un paciente desnudo.
La tercer cosa a hacer, si las condiciones se daban, era ponerlo de pie: es lo que le devuelve al paciente su humanidad, su condición de humano.
Nombrarlo, vestirlo y ponerlo de pie: las tres primeras acciones que teníamos que hacer estando con otra persona. Todo lo otro viene después.
Para mí fue tan fuerte y me marcó tanto porque fue pensar en el otro más allá que como un objeto de estudio. Fue una lección de humanidad enorme y la recuerdo todos los días. Cuando viene un paciente a consultarnos, es esencial devolverle ese respeto y esa confianza que nos brinda.
–Imagino que fue una lección muy fuerte para vos. ¿Cómo te hace sentir que tu profesión implique trabajar en la calidad de vida de otras personas? ¿Qué significa para vos?
-A mi me apasiona. Podría hacer un montón de cosas, pero esto es algo que me encanta y me hace sentir útil. Tiene mucho valor devolver la calidad de vida a una persona, o al menos brindarle herramientas y estrategias para eso. Me genera mucha esperanza que un paciente venga a consultar, porque desde nuestro rol siempre hay algo que podemos mejorar. Muchas veces se habla de mejorar en términos de cura, y no se trata de curar, sino de tratar. A veces mejorar la calidad de vida del paciente, así sea poquito para nosotros, para esa persona es un montón.
Esta es una profesión que me parece maravillosa, porque apela a la resiliencia de los pacientes y a la capacidad de rescatar cosas, incluso donde parece que no hay más nada para hacer.
–La pregunta que se me ocurre es: ¿Cómo decidiste especializarte en piso pélvico?
-Fue a partir de una dolencia: una búsqueda personal. Estaba atravesando un momento donde no sabíamos que me pasaba, aunque tenía que ver con piso pélvico. Sufría infecciones urinarias frecuentes y la recuerdo como una etapa muy angustiosa de mi vida porque me sentía incomprendida.
Yo sabía y confiaba que lo que había en mi cuerpo tenía una causa que había que descubrir para estar mejor. Entonces hice algo que siempre le comento a mis pacientes: empecé a probar algunos métodos como paciente. Siempre les digo a todos que he sido paciente de los métodos que empleo. He pasado por mi cuerpo los métodos que trabajo con mis pacientes.
Esto que me pasaba intenté pensarlo como una situación más. Hablé con una compañera de la facultad que se había ido a estudiar sobre piso pélvico a otro lado, porque en el noventa era un área poco desarrollada en el país. La contacté y fui a hacer un curso, donde pedí que me evaluaran. Ahí descubrí cosas que yo desconocía para ir conduciendo mi tratamiento.
Al empezar a formarme sobre las cosas que me pasaban encontré que era algo muy frecuente. Gran parte de la población tenía estos síntomas, aunque se desconocen y se normalizan. Me pareció buenísimo poder ayudar a otras personas en este área.
–Excelente. ¿Podrías comentarme que perfil de pacientes llegan a tratar su piso pélvico?
-Es algo muy frecuente. El promedio de edad ronda entre los 30 y los 60 años: de ahí vienen la mayoría de las consultas. Esto no quiere decir que pacientes más jóvenes o personas mayores no consulten: todas las edades pueden tener afecciones en la zona. La adultez es el periodo donde empiezan a hacerse más notorios los síntomas de piso pélvico. En mujeres tiene mucha relación con el embarazo y los cambios hormonales de la menopausia.
Generalmente, la entrevista con estos pacientes suele arrojar que presentan los síntomas hace tiempo: hay una línea de tiempo en la sintomatología, que se va agravando con el paso del tiempo.
Cuando hablamos de estos síntomas, es importante marcar que no presentan riesgos para la vida, aunque si merman la calidad con la que viven los pacientes.
–Bien, me gustaría detenerme en la parte de los síntomas. ¿Cuáles son, de forma resumida, los síntomas más comunes que tienen los pacientes que llegan a consulta?
-Los más frecuentes son los de incontinencia, ya sea urinaria o fecal. También hay muchos casos de prolapso de órganos pélvicos y cuadros de tipo doloroso. El dolor es una entidad bastante amplia, que afecta a hombres y mujeres. En los varones los cuadros son generalmente de dolor pélvico crónico o secuelas de tratamientos quirúrgicos en la próstata.
–Y en relación al estilo de vida, ¿Qué influencia tiene la forma en que vivimos en la aparición de estas dificultades?
-Muchísima. El estilo de vida actual impacta mucho en la zona: uno pasa mucho tiempo sentado, tiende al sedentarismo y la falta de actividad física, se alimenta mal o consume tabaco. También inciden el estrés y las desregulaciones autonómicas. Todos estos elementos atentan contra el piso pelviano, porque producen un desajuste postural importante y una falta de condición física, que van a influir en como gestionamos presiones y fuerzas.
Hoy en día se advierte que la virtualidad y el uso de las pantallas afecta enormemente a niños y adolescentes, que comienzan a presentar sintomatología urinaria e intestinal. El uso de las pantallas y la perdida de la noción del tiempo generan el hábito de posponer ir al baño. Los síntomas resultantes están siendo motivo de consulta.
En lo cultural, el modo de vida occidental actual impacta en la zona, porque cada vez nos movemos menos.
–Excelente respuesta, muy completa. Para cerrar quisiera que nos des algunos consejos sencillos para poder cuidar esta zona tan esencial, y un mensaje para quienes lean esta nota y sufran afecciones en el piso pélvico.
-Como sugerencia general recomiendo revisar nuestros hábitos. Hay que ingerir una cantidad adecuada de líquido, llevar una alimentación saludable, mantener un ritmo intestinal regular, hacer actividad física acorde a cada etapa de la vida y reducir el consumo de tabaco.
Mi mensaje es no normalizar. Que algo sea frecuente no lo hace normal.