Pandemia y dictadura: la democracia en su peor momento.

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El gobierno avanza sobre la institucionalidad democrática con la excusa de la emergencia sanitaria

Por Heráclito Gómez

“Es la pandemia, imbécil” podría contestar un despistado ante tanta provocación. Pero no, solo en apariencia es la pandemia. La realidad está muy por detrás de todo aquello que se supone evidente, y el pensamiento mágico domina hoy a gran parte de la ciudadanía de Occidente.

No es la pandemia, es la dictadura lo que avanza, y no sólo en Argentina, cuya cabal expresión hoy la encarna el kirchnerismo, pero que bien podría expresarla otro partido, porque el problema de la pandemia es transversal, así como ha pasado con otros tantos temas que en los últimos años han dado vuelta por el mundo. No importan ya los posicionamientos, ni siquiera los valores que uno sustenta como grupo, ante determinados temas, todos cierran filas, y votan en el congreso incluso en contra de sus propios votantes. El mejor ejemplo: el aborto, que transversalizó a todas las fuerzas políticas, y en un acto de “conciencia” cada uno eligió su voto, como si eso fuera posible en una democracia representativa.

En fin, no es motivo de esta reflexión atacar a “les verdes”, no es ni interesante ni productivo. El tema central es la democracia, que cada día, y a medida que avanza “la pandemia” tiende a borrarse en todo lo que fue alguna vez el occidente cristiano. Si hasta llegaron a cerrar los templos e iglesias, algo que no sucedió en ninguna de las peores tragedias de la humanidad, y menos aún, por un resfrío.

El tema de las clases ha puesto en escena este conflicto en nuestro país, y muestra a las claras que la nueva élite pandémica no tiene ningún problema en avasallar y pasar por arriba cualquier mecanismo democrático, e incluso los propios enunciados de la constitución a partir de un hecho de excepcionalidad sanitaria, como podría ser una pandemia, que ni por lejos es superior a la letra que pensaron y formularon nuestros padres de la patria. Nada, ninguna situación, debería ser superior a la letra y al acuerdo democrático firmado en la Constitución Nacional, pero en estos tiempos distópicos de “covidia” que bien podría ser el título de una novela de Philip Dick o Asimov, pareciera que la humanidad, y sobre todo occidente, se encamina al surgimiento de una nueva Edad Media, en donde los datos son desechados en favor de la creencia ciega en “la ciencia”, una ciencia que por cierto cada día se torna tan irracional y dogmática como la religión a la que dice atacar.

La razón ha sido destrozada, y en su lugar aparece un oscurantismo capaz de sumir, a quien se oponga, en la peor de las hogueras. Un disidente del discurso oficial puede ser transformado rápidamente en una Juana de Arco o en una bruja, y arder en la hoguera de los fanáticos de la “pandemia”. Por eso la democracia está en riesgo, y esto más allá de un hecho puntual, que a estas alturas es tan sólo anecdótico.

La serie cruzada de acusaciones entre Larreta, kicillof y Alberto Fernández (con el apoyo de los consabidos lacayos del Instituto Patria) no es una pantomima, pero se parece mucho a una. El problema no son las clases presenciales, este fue sólo el detonador de un proceso que se viene desarrollando en todo el mundo, aquí solo toma la forma de la lucha entre poderes y partidos, pero nada más. Será sólo un paso más en el avance de las dictaduras sobre las democracias, y será tarea de cada uno concientizarse y perderle el miedo a una “pandemia” que cada día pierde las máscaras que intentan encadenar al ser humano al miedo y la desesperanza.

El virus existe, eso quiero dejarlo en claro, como tantos otros virus a lo largo de la historia de la humanidad, pero los datos indican que la letalidad es baja, muy baja, casi igual a la de las tantas enfermedades respiratorias que todos los años, y en todo el mundo, afecta a los seres humanos por igual. Pero contra el relato, contra la subversión del miedo poco sirve la razón y mientras vemos como la democracia se ve sumida en el peor momento de nuestra historia, aunque muchos prefieran ver alguna serie de Netflix en la comodidad de sus hogares es bueno que despierten, y no sólo contra un gobierno que obedece las imposiciones de un régimen internacional cuyo objetivo es imponer la cuarta revolución industrial a cómo de lugar. Indignarse ya no alcanza, resistir los embates, aunque sea los pequeños, como las clases presenciales, es un golpe que los ciudadanos no podemos dejar de dar, sobre todo si queremos que la libertad siga siendo un bien para la humanidad.

Redacción

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