Argentina: un barco sin timón ni capitán

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Encierro, vacunas y una crisis económica y social que amenaza con profundizarse

Por Heráclito Gómez

A nadie sorprende ya el desmadre en que se ha convertido el país en casi todos los órdenes. Ya sea en el plano institucional, económico o social, somos un país cuyas contradicciones no pueden superarse y a estas alturas son ya insalvables. Algunos le llaman “grieta”, yo prefiero pensarlo como una cuestión moral, en dónde en algún momento de nuestra historia nos hemos desviado del camino.

Y para colmo, tenemos un gobierno que, lejos de avanzar en un proyecto de país que incluya a todos, lo único que pareciera hacer es estar trabajando para las necesidades de su vice presidenta. La pandemia, que cada vez va quedando más claro que la gente no se come el verso del fin del mundo, nos agarró para atrás, pero el oficialismo la aprovechó para hacer política, negocios y multiplicar la pobreza.

Después de un año, en donde nos prometieron que el encierro era para preparar el sistema de salud, hoy nos vuelven a pedir el “esfuerzo” de quedarnos encerrados hasta que estemos vacunados, pero en este barco sin timón ni capitán, el mismo presidente dijo que es difícil conseguir vacunas en el mundo. Ergo, nuevo encierro.

La gente, en este año de pandemia, ya aprendió a convivir con el virus, como lo hicimos durante toda la historia de nuestra humanidad. Sin embargo, pareciera que a la vuelta de la esquina está el fin del mundo, y los fantasmas con barbijo caminan por la calle sin cuestionarse absolutamente nada. La prédica del fin del mundo ha logrado lo que buscaba, el terror y el encierro de la humanidad. Un cambio de paradigma brutal, que nuestros dirigentes parecen haber comprado con un moño, incluidos varios de la oposición.

Pero a diferencia del mundo, mientras en los países centrales se están preparando para este nuevo escenario, en Argentina retrocedemos a la edad de piedra. La mitad del país viviendo en el medioevo, una cuarta parte sobreviviendo, y el otro cuarto viviendo como en el primer mundo. Nos dicen que eso es la “lucha de clases”, pero nunca nos dicen que las desigualdades las ha generado un gobierno que, en lugar de lograr mayor riqueza, genera pobreza y dependencia. Sin ir más lejos, los países más exitosos, aunque también tienen pobres, no viven en el medioevo bonaerense.

Argentina perdió el rumbo, nadie sabe para donde ir, por eso la primera medida es restringir. Primero restrinjo, luego existo, pareciera ser la máxima del gobierno, que acosado por un fracaso electoral inminente busca minimizar el desastre social que, de no ser por la dictadura sanitaria, ya tendría en la calle y desde su propia base social.

El ”capitán Beto” hace rato que fue degradado a limpia cubiertas del barco. Nadie conduce, nadie toma decisiones, salvo la vicepresidente, pero a contrapelo de lo que dicen los ministros que no son propios, por eso la interna del gobierno está desangrando al país poco a poco. Las vacunas no van a llegar como desean, y la probable cuarentena que se instaure traerá no sólo más pobreza, recesión y destrucción del empleo, sino la triste realidad de un país que supo ser grande y hoy se encuentra en el inodoro de la historia.

Redacción

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