Historia del Jazz II: El Blues, camino errante de la trascendencia melancólica

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Por Trinidad López

Si la música y la danza africana que se incorporó al nuevo mundo de la mano de los esclavos tuvo su raíz en el carácter público de estas manifestaciones artísticas, religiosas y festivas, el blues tuvo una expresión radicalmente diferente. Es cierto que en sus orígenes también estuvo vinculado a la esclavitud, pero los sentimientos a los que se refería nada tenían que ver con lo festivo, sino con la expresión de emociones hondas, profundas y tristes, que reflejaban la vida de los esclavos primero, y de los libertos desocupados después.

A diferencia del blues moderno, que se compone de una métrica de doce compases, el blues original procedía de una tradición bien distinta, originada fundamentalmente en las canciones de trabajo de los esclavos, o también en formas de canto vinculadas a formas de llamada y respuesta, las cuales, tenían una estructura orgánica, pero no seguían necesariamente un patrón simétrico, lo que dio muchos dolores de cabezas a quiénes intentaron encasillarla cuando empezó a popularizarse.

Cuando el blues pasó de está matriz cultural y empezó a rodar por el sur de Estados Unidos, los primeros músicos profesionales tenían problemas al tratar de seguir el tipo de estrofas que cantaban los bluseros, dado que sumaban o restaban compases sin importar demasiado la música.

Las primeras grabaciones de este género se dan en la década de los 20´, donde ya se habían perdido gran parte de sus primeras relaciones con su contexto cultural de surgimiento, pero no por eso perdió fuerza, por el contrario, el blues se fue incorporando a las nuevas realidades de la población negra del Delta del Mississippi.

Uno de estos cantantes representativos del Delta fue Robert Johnson, un cantante del cual se conocen unas pocas grabaciones, entre ellas “terraplane blues”, y que fue un icono a todo lo largo del Mississipi entre las primeras décadas del siglo XX. Su maestro, Charlie Patton, solía cantar acompañado de una guitarra, en el cual incluía estrofas habladas, que acompañaban una música suave y acompasada. Estos primeros artistas, surgidos de la profundidad rural de las plantaciones fue conocido como “country blues”, el cual poco a poco fue pasando a los bluesmen de las grandes ciudades del sur a medida que la mano de obra liberta era expulsada de los campos y se instalaban en la ciudad en busca de trabajo.

Entre los primeros estudiosos del blues, los etnomusicólogos y antropólogos, lo primero que notaron era la similitud de esta música con los griots del África Occidental, aunque la función de este era más una cuestión de transmisión y preservación de la historia y el folclore comunitario, mientras el blues tiene un carácter más personal, introspectivo.

El blues de los primeros años, era un blues callejero, errante, tocado por músicos que narraban la miseria, la desocupación, el desamor y los infortunios de una vida que había cambiado radicalmente, en ciudades en dónde, además, eran despreciados.

Más allá de estos orígenes rurales, el blues que conocemos por las primeras grabaciones podría denominarse “blues clásico”, dado que mantiene las formas rítmicas que se le conocen hoy día, con la estructura de doce compases, y ya no es sólo un cantante con su guitarra, sino que empiezan a encontrarse bandas completas que actúan en teatros y fiestas.

Otra característica relevante del blues clásico, es que a diferencia del country blues de finales del siglo XIX y principios del XX es que las mujeres van a comenzar a tener presencia, y su voz va a empezar a oírse para hablar de cosas distintas a las que hablaban los hombres de los primeros tiempos. Los tópicos de cantantes como Rainey van a enfocarse en el desamor, el amor no correspondido, la violencia sexual, el maltrato, y muchos temas que reflejan la situación tanto de la comunidad negra en general como de la mujer de color en particular.

Gertrude “Ma” Rainey, nacida en Columbus (Georgia) el 26 de abril de 1886, fue el prototipo de la nueva generación de cantantes de blues, y junto a su marido, Will, Rainey recorrió el sur del país como parte de un espectáculo de minstrels itinerante. Asimismo, grabó, a mediados de los años 20, más de 100 discos en un período de cinco años, convirtiéndose en una de las voces femeninas más famosas del momento. Rainey compartió escenario y grabaciones con grandes músicos de Jazz como Louis Armstrong y Coleman Hawkins, quienes ya habían abandonado la senda inicial de la improvisación y se habían convertido en músicos profesionales de un género que crecía día a día.

«Ma» Rainey

Así, la música afroamericana, empezó a adquirir diversas dimensiones, y la experimentación de los diferentes músicos, quienes iban agregándoles sus sellos personales, fue configurando un escenario de expansión de la música Jazz. Si bien el blues se considera un género diferente, su aporte, mixtura y sobre todo el pase constante de los músicos entre un género y otro, hicieron del Jazz una música que perdura hasta hoy. Pero las influencias de los distintos estilos afroamericanos en el Jazz no se agotan en el blues, a medida que recorramos el camino de está fascinante historia, aparecerán nombres, anécdotas y estilos que han marcado no sólo una época, sino toda la música occidental.

Redacción

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